Mis cartas

Pocas cosas me producen tanta emoción como escribir y elegir con sumo cuidado las palabras que utilizo cuando mando mis cartas de Navidad. No sé por qué pero jamás he sido de mandar Christmas o postales navideñas, aunque todavía tengo la suerte de recibir algunas a mi nombre cada invierno.

Me parece hermoso embadurnar el folio en blanco de ideas que, con frecuencia, nada tienen que ver con los propósitos navideños ni algunos de sus prejuicios. Hoy creer es más difícil que ayer. Hoy mando menos cartas de las que solía mandar. Soy más exclusiva, consciente tal vez de quienes verán en mis palabras lo que significan, y sentirán el calor y el abrazo que contiene el sobre. 

Cuando la salud aprieta se ve lo superfluo, lo superficial, los flirteos con un aprecio que se sostiene con pinzas y se valora a aquellas personas que gastan su tiempo y sus palabras en estar ahí. Todos vosotros tendréis mis palabras. No es más que un mínimo agradecimiento que no pretende recompensar nada, pues estas Navidades casi no existirán en mi casa.

No tengo nada material que ofrecer pues carezco de ingresos pero me encanta escribir mis cartas y poder seguir mandándolas. Al fin aprendí quienes siempre verán lo bucólico y sentimental del gesto.

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